
Letras-Uruguay
"No concibo la ficción sin aventura"

By Colman McCarthy
June 24, 1985
ESPAÑOL abajo
Writing every day in his prison cell saved his sanity, Hiber Conteris remembers. As a prisoner of conscience for more than eight years in Uruguayan jails, Conteris, a journalist, professor of literature, former Methodist pastor and father of three children, was beaten and tortured following his arrest by the military government's security police in December 1976.
The imprisonment of Conteris lasted eight years and four months, until March of this year, when he was released in a general amnesty granted by Uruguay's new civilian government. Last week, Conteris visited Washington as a free man.
Conteris came to thank personally the coalition of protest -- 26 senators, 83 House members, human-rights advocates and such groups as the Committee to Protect Journalists -- that kept up the pressure against his unjust imprisonment.
The heroic survival of Conteris is the story of two forces: the moral force used by Conteris, a student of Gandhi, to convince his jailers that his spirit could not be broken, and the political force marshaled by his relatives to keep his imprisonment from being forgotten.
These are days -- years, really -- when human-rights victories are rare. Amnesty International, which adopted Conteris as a prisoner of conscience, documented in 1984 governmental torture in 98 countries. In many of them, torture is "a tool of state policy."
It was that way in Uruguay in 1976, when Conteris returned to Montevideo from a peace conference in Europe. Security police jammed a hood over his head and took him from the airport to intelligence headquarters. Under the Law of State Security and Internal Order, he was charged with such crimes as "illegal association" and "assault upon the Constitution." A military court sentenced him to 15 years' imprisonment.
Conteris had been marked by the government because in the 1960s he had been aligned with Uruguay's Movement of National Liberation. The group began as a nonviolent resistance force against the military dictatorship and had wide public support. When it turned to armed guerrilla tactics, Conteris was one of many who left. That was in June 1970. Six years later, in retroactive harassment, the military took him away.
Conteris is still thin from his imprisonment, but all else -- his warm humor, scholarly mind and sheer gratefulness for merely being alive -- are incarnations of the hope he never let die.
One of the unique cruelties of prison life was the mental torture. Conteris recalls that psychologists were employed to discover ways of breaking the minds of the inmates. Conteris, one of 6,000 political prisoners during those years, defended himself mentally by writing. After a time, he was allowed paper and pen and would write eight hours a day. On release in March, he had produced four novels, a collection of short stories and two plays. He is soon to meet with American publishers to get them into print.
The American most familiar with the heroism of Conteris is his nephew, Andres Thomas. Thomas' mother, Ilda, is the sister of Conteris and lives in Madison, Wis. In 1979 Thomas accompanied his mother to Uruguay, where they were allowed to see Conteris. The experience came near to shattering Thomas, who was then a junior in high school. He decided to commit himself full-time to working for his uncle's release.
In the next six years, he visited the offices of more than 200 senators and congressmen, wrote hundreds of letters to diplomats and journalists and organize an international campaign on behalf of Conteris.
Thomas, who graduated last year from Earlham College in Indiana with a degree in peace studies, recalls that nearly everyone he spoke with in Congress was helpful. Those who were unhelpful included Elliott Abrams, the Reagan administration's official for human rights for four years. Abrams' style of "quiet diplomacy," Thomas says, "is not always effective in a country that borders on fascism."
In time, the full story of Conteris will be told in his books. The prison literature of the 20th century is about to receive a stunning addition.
Escribiendo en la Prisión
Por Colman McCarthy
24 de junio de 1985
Escribir todos los días en su celda de la prisión salvó su cordura, recuerda Hiber Conteris. Como preso de conciencia durante más de ocho años en cárceles uruguayas, Conteris, periodista, profesor de literatura, ex pastor metodista y padre de tres hijos, fue golpeado y torturado tras su arresto por la policía de seguridad del gobierno militar en diciembre de 1976.
El encarcelamiento de Conteris duró ocho años y cuatro meses, hasta marzo de este año, cuando fue liberado en una amnistía general otorgada por el nuevo gobierno civil de Uruguay. La semana pasada, Conteris visitó Washington como un hombre libre.
Conteris llegó a agradecer personalmente a la coalición de protesta, 26 senadores, 83 diputados, defensores de los derechos humanos y grupos como el Comité para la Protección de los Periodistas, que mantuvieron la presión contra su injusto encarcelamiento.
La heróica supervivencia de Conteris es la historia de dos fuerzas: la fuerza moral utilizada por Conteris, un estudiante de Gandhi, para convencer a sus carceleros de que su espíritu no podía romperse, y la fuerza política dirigida por sus familiares para evitar que su prisión fuera olvidada.
Estos son días, años, realmente, cuando las victorias de los derechos humanos son raras. Amnistía Internacional, que adoptó a Conteris como preso de conciencia, documentó en 1984 la tortura gubernamental en 98 países. En muchos de ellos, la tortura es "una herramienta de política estatal".
Fue así en Uruguay en 1976, cuando Conteris regresó a Montevideo de una conferencia de paz en Europa. La policía de seguridad colocó una capucha sobre su cabeza y lo llevó desde el aeropuerto a la sede de inteligencia. Según la Ley de Seguridad del Estado y el Orden Interno, fue acusado de delitos como "asociación ilícita" y "asalto contra la Constitución". Un tribunal militar lo condenó a 15 años de prisión.
Conteris había sido marcado por el gobierno porque en la década de 1960 se había alineado con el Movimiento de Liberación Nacional de Uruguay. El grupo comenzó como una fuerza de resistencia no violenta contra la dictadura militar y tuvo un amplio apoyo público. Cuando recurrió a las tácticas de guerrilla armada, Conteris fue uno de los muchos que se separó del movimiento. Eso fue en junio de 1970. Seis años después, en hostigamiento retroactivo, los militares se lo llevaron preso.
Conteris todavía está delgado por su encarcelamiento, pero todo lo demás (su cálido humor, mente académica y puro agradecimiento por el mero hecho de estar vivo) son encarnaciones de la esperanza que nunca dejó morir.
Una de las crueldades únicas de la vida en la prisión fue la tortura mental. Conteris recuerda que los psicólogos fueron empleados para descubrir formas de romper las mentes de los internos. Conteris, uno de los 6,000 prisioneros políticos durante esos años, se defendió mentalmente escribiendo. Después de un tiempo, le permitieron papel y lápiz y escribía ocho horas al día. Cuando fue liberado en marzo, había producido cuatro novelas, una colección de cuentos y dos obras de teatro. Pronto se reunirá con editores estadounidenses para publicarlos.
El estadounidense más familiarizado con el heroísmo de Conteris es su sobrino, Andrés Thomas. La madre de Thomas, Ilda, es la hermana de Conteris y vive en Madison, Wisconsin. En 1979 Thomas acompañó a su madre al Uruguay, donde se les permitió ver a Conteris. La experiencia estremeció fuertemente a Thomas, que entonces era un estudiante de secundaria y decidió comprometerse a tiempo completo a trabajar para la liberación de su tío.
En los siguientes seis años, visitó las oficinas de más de 200 senadores y congresistas, escribió cientos de cartas a diplomáticos y periodistas y organizó una campaña internacional en nombre de Conteris.
Thomas, quien se graduó el año pasado de Earlham College en Indiana con un título en estudios de paz, recuerda que casi todas las personas con las que habló en el Congreso fueron útiles. Los que no fueron de ayuda incluyeron a Elliott Abrams, el funcionario de derechos humanos del gobierno de Reagan durante cuatro años. El estilo de "diplomacia silenciosa" de Abrams, dice Thomas, "no siempre es efectivo en un país que está al borde del fascismo".
Con el tiempo, la historia completa de Conteris se contará en sus libros. La literatura carcelaria del siglo XX está a punto de recibir una sorprendente adición.